martes, 15 de abril de 2014

Inspirados en 'La Muerte', cuento de Enrique Anderson Imbert

A continuación publicamos los trabajos realizados en la clase anterior con respecto al plagio Creativo. A partir de dos cuentos de Enrique Anderson Imbert, La muerte y el Suicida, partimos a realizar un texto con características similares:

La Muerte

Un día más soleado de lo normal en la playa grande, por eso quizás no habían tantos turistas. Juan, alto, moreno, sin expresión en su rostro, paseaba por ahí. Camila decidió ese día ir a leer en frente de la playa y disfrutar la vista e incluso el calor. A Juan le causa curiosidad que una chica halla ido sola a ese lugar a leer, entonces decide acercarse y le pregunta: ¿Por qué decides venir sola a la playa?, ¿no tienes amigos para venir a divertirte?
- He matado a todos mis amigos, he quedado sola.
Juan sonríe misteriosamente y la invita a bañarse en el mar. Juegan un rato, pero ella empezó a hundirse entre las pequeñas olas. Juan sale sonriente a la playa y desaparece.

Karol Diaz Magdaniel


Una Curva al fondo de mi muerte

Calor y sol, caminaba hacia la gran carretera
mis nervios aumentaban, no podía esperar
subiendo la gran pendiente perdia el aliento
miles de árboles sonrreían por mi azaña
estoy en la cima, frío por todo mi cuerpo
me lanzo hacia la perdida, bajo a toda velocidad.
Viento, asfalto, longboard y yo
llegó un momento de shok
una curva y al fondo, mi gran muerte.
Sigo cayendo hacia los brazos de la seguridad
mis piernas tiemblan, mi cabello baila
poco a poco vuelvo a sentir el ruido de las aves
he terminado
estoy vivo.

Jeison Montero


El muerto que se creía vivo

La carroza tenía amplios vidrios ahumados y un espejo en el techo; debía ser para que el pasajero con la escafandra de madera pudiera ser su condición de transición de un estado sólido a uno etéreo. No era muy diferente de la percepción que tenía el conductor del vehículo mortuorio, este conocía los senderos hasta el cementerio, sus pasajeros en cambio, no.

el pasajero que nos ocupa vio reflejado en los cristales una tonalidad naranja, característica de los atardeceres de abril y por esta vez reverencio el rito del sol al acostarse. El conductor venía pero no sentía nada: se creía vivo, pero estaba dead.

Juan José Martínez


La Muerte

Transitando por la autopista negra
al borde de la montaña gris
la automovilista, mirando por el retrovisor.
Ella blanca, muy pálida, como la nieve de nueva Hampshire
cabello, ojos y traje negro, los lucía con fervor.

Inocente niña que pide un aviento
montaña gris, húmeda y nublada
Inocente niña, inquieta, no aguanta y explota

¿Por qué recoges desconocidos? cualquiera te puede hacer daño
No tengo miedo de eso, dijo la automovilista con una voz seca

Inocente niña que quiere presentarse:
"Mucho gusto, soy la temida muerte"

Automovilista fría, sonríe de la manera más macabra
pero sutilmente posible
Estúpido auto que se vuela por el abismo
Estropicio incontrolable que se abraza la montaña

Inocente niña en su piscina roja de muerte
automovilista, camina y se va, alejándose como un viento frío
a través de los gigantes pinos.

Jeison Montero


La Muerte

Y se encontraba allí, La Muerte. Algo en mi imploraba que me alejara, pero ella, se veía tan tenue y hermosa, que hasta confianza me inspiraba y poco a poco me acercaba más a ella.
Sus mejillas pálidas y su cabello oscuro hasta la cintura, impedían que mi consciencia lograra librar ésta gran batalla entre caminar hacia ella o dar un vuelco que no tendría regreso.
En mi mente surgían tantas osas, tantas dudas que solo aquella pálida mujer podía aclarar. Y así fue, antes de llegar hacia ella, solo alcancé a preguntarle ¿por qué?. Minutos después solo sentí el estruendoso choque del automóvil, aquel personaje tomó mi mano, me miró con sus profundos ojos negros y desapareció.

Aura Cárdenas




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